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sábado, 25 de julio de 2009

Chichén Itzá

Día 3

Hoy teníamos la excursión a Chichén Itzá, así que a la hora indicada, y tras un suculento desayuno, esperamos nuestra van en el hall del hotel.

El trayecto era bien largo, unos 200 y pico de kilómetros, pero merecía la pena, iba a ver una de las 7 maravillas del mundo, la segunda en mi lista, construida alrededor de los años 435 y 455 d.C..

Llegamos a Chichén Itzá a media mañana y al tener la Pirámide de Kukulcán delante de mis narices la verdad me emocioné tanto como cuando vi las de Giza, que pasaaaaaaada!!!

Esta pirámide de 60 metros de lado y 24 de altura, formada por 9 cuerpos escalonados simbolizaban los planos del inframundo. Cada uno de sus lados poseía una escalera, de 91 escalones, que permitía llegar al templo en la parte superior.

Las escaleras del lado norte estaban rematadas en su base con dos grandes cabezas de serpientes emplumadas, las cuales son parte del espectáculo maravilloso que depara esta pirámide en los equinoccios de primavera y otoño.


Esos dias, el 20 de marzo y el 21 de septiembre, a las 3 de la tarde la luz del sol forma en la balustrada del lado norte siete triángulos isósceles de luz y sombra, configurando el cuerpo reptante de una serpiente. Este efecto simboliza el descenso del Dios Kukulcan (ave-serpiente) a la tierra y suponía el comienzo y fin del ciclo agrícola, según el equinoccio (primavera u otoño).

Pero las sorpresas del edificio calendario no acaban aquí. Podemos pararnos a ver los siguientes puntos: En la vista de frente de la escalera vemos que el basamento de 9 plantas se divide en 2 partes. 9 x 2 = 18 meses del Haab o calendario maya.
91 escalones tiene cada escalera. 91 x 4 escaleras = 365 dias o kines del año maya.

Aparte, la pirámide tiene dos templos: el exterior y el interior. En el exterior se descubrió un Chac-Mool, mientras que el interior posee un tigre pintado de rojo con incrustaciones de jade, que probablemente sirviera de trono....

Lo que peor llevábamos era el tremendo calor, porque aunque por suerte estaba nublado, la sensación de bochorno era increíble.

Al lado oeste de la gran plaza se construyó uno de los varios juegos de pelota que tiene Chichén Itzá, el de mayor tamaño que se conoce en todo México. Sus medidas son de 70 metros de ancho y 168 de largo.

La parte más importante se encontraba en la parte alta de los muros donde estaba el anillo o aro-marcador por donde debía de atravesarse la pelota para anotar un punto, teniendo en cuenta que los jugadores tenían que utilizar sólo sus caderas para ello.

Estos anillos estaban grabados con serpientes emplumadas entrelazadas, representando a Kukulcan.

Lo curioso del juego es que al capitán del equipo ganador le cortaban la cabeza en honor a los dioses y para ellos era todo un orgullo morir así.

Las banquetas que adornaban la parte baja de las paredes del juego poseían relieves en los que destacaban los símbolos de la muerte y decapitación como parte de la violencia que se desarrollaba en el juego.

El simbolismo místico y religioso es máximo, sobre todo en la representación del decapitado, de cuya cabeza salen chorros de sangre pero simbolizados en serpientes.

Continuamos la visita contemplando el árbol de donde se saca el chicle, que luego compramos un poco en la tienda y era chicle auténtico pero sin sabor, muy curioso....


Luego visitamos el Cenote Sagrado, un cenote a cielo abierto de 60 m de diámetro, con paredes verticales de aproximadamente 15 m del nivel del acceso a la superficie del agua y de 13 m de profundidad.

Allí se realizaban ofrendas al dios Chaac, señor de las lluvias, que consistían en objetos valiosos y la tradición dice que también sacrificios humanos, generalmente de doncellas nobles, ataviadas con ropas ceremoniales y enjoyadas. En el cenote también se sacrificaban prisioneros de alto rango, también como ofrenda religiosa.

Al acabar la visita estaba al borde de la deshidratación y tuve que meter la cabeza en agua bastante rato para que mi cuerpo volviera a su temperatura habitual.

De aquí nos llevaron a comer a un buffet con el espectáculo de unos niños bailando con botellas llenas en la cabeza, que daban vueltas y vueltas...

La próxima parada era Valladolid, que la verdad no teníamos muchas ganas de ver, pero que venía incluida con Chichén.


Visitamos su Iglesia ( lo más típico de allí ).



















Un paseíto por la zona y de vuelta a la van camino del hotel, otros 200 y pico de kilómetros...

Había estado muy bien la excursión, y estábamos reventados, así que a cenar y a dormir..



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